Un muchacho que asistía a entrenamiento regularmente dejó de practicar rugby sin previo aviso. Después de algunas semanas el entrenador y lider del grupo decidió visitarlo, en una noche muy fría. Encontró al jugador en su casa, solo, sentado frente a un hogar donde ardía un fuego brillante y acogedor. Anticipando la razón de la visita del coach, dió la bienvenida al lider, lo invitó a sentarse junto al fuego y permaneció quieto, esperando.
En silencio se comtemplaba la danza de las llamas en torno de las brasas de leño que ardían. Al cabo de unos minutos, el entrenador selecciono una de ellas, la más incandecente de todas y la separó de las brazas ardientes. El anfitrión observo como esa llama de la brasa solitaria disminuía hasta apagarse. Hasta ese momento nadie había esgrimido una palabra. El entrenador se incorporó aprestandosé a salir. Tomó entonces el trozo de carbón colocandolo nuevamente en medio del fuego. Casi de inmediato volvió a encenderse alimentado por la luz y el calor de las brazas ardientes entorno a él.
Ya en la puerta y antes que el lider se retirará dijo el jugador: Gracias por su visita y el hermoso mensaje, muy pronto estaré de regreso junto al grupo.
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